En la ciudad, aquel día amaneció
con niebla y encapotado. Igual que en los corazones de ambos. Tanto el chico
como la chica, tenían en sus rostros, pintado el sentimiento del dolor. Se
echaban de menos y no sabían cómo decirlo.
La joven esperaba en el mismo
parque que hace años comenzó a ser feliz. Él se impacientaba por que llegara el
momento de volver a vivir: el brillo de sus ojos.
Ella sonrió con una felicidad
extremadamente invisible, pero lo sentía cada vez que lo miraba a la cara. Ese
nudo en el estómago, esas mariposas chocándose en cada rincón de su interior
eran algunos de los culpables de su sonrisa tan estúpida. Sin entender muy bien
de donde salió, tuvo el valor de rozarle dos dedos y echar un suspiro en su
oído antes de comenzar a hablar. Él se estremeció.
- Cierra los ojos e
imagínate que el mayor de tus deseos se cumple en un instante. El instante que
dura el parpadeo entre los ojos cerrados y abiertos.
El muchacho
sonrió, cerrando los ojos. Los volvió a abrir y parpadeó. La agarró de la mano
y tiró de ella suavemente para sentirla más cerca.
- ¿Qué haces?-
preguntó sorprendida la chica con voz acelerada.
- ¡Comenzar mi
deseo! y que no termine nunca.
La besó en los
labios tiernamente, y estuvieron paseando por las calles de la ciudad sin
soltarse. Mirándose y riendo. Sintiéndose cómplices de un amor escondido.
Realizando el deseo que ambos soñaron durante tanto tiempo.
¡Nos leemos!
¡Gracias por venir!
Cuanto tiempo sin darme un garbeo por aquí. Me gusta, creo que lo hacemos todos. Desear que la persona amada siga a nuestro lado cuando deseamos.
ResponderEliminaruy! que me vuelvo a imaginar a cierta persona que no voy a mencionar... Pero no te creas que es alguien que tú conoces!!! JA!
ResponderEliminarVes??? escribes mejor aquí en el blog!