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Lecturas

sábado, 18 de agosto de 2012

Recordatorio de DESTINOS DESEADOS...

Hola amig@s:

Por petición de algún que otro amigo... me han dicho que continúe una historia que llevaba tiempo escribiendo, y que la subía a trocitos. Por muchas cosas que me han pasado, no pude retomarla, pero he decidido que es hora de hacer caso a los "fans" de mis escritos y de mí en general... a los amigos, mejor dicho. Así que para la gente que no ha podido leer todo, se ha perdido alguna entrada o no se acuerda, aquí pongo todo lo que he ido subiendo de esta historia. Y dentro de unos días (no se cuantos xD), seguiré subiendo cosas.. para que así no perdáis el hilo. Espero que os guste, porque tengo nuevas ideas, pero aun así  me gustaría que me dierais alguna que se os haya ocurrido. Os aclaro que todo está en el primer capítulo, y tendrá varios. No sé si será una novela o simplemente una historia, eso podéis decírmelo también. Espero que os guste. Besos a todos. ¡¡¡A disfrutar!!!



Capítulo 1


La oscura y lluviosa noche bañaba la ciudad. Sentada en la parada del autobús, observaba las gotas que resbalaban por los cristales. El ambiente era tan helador que me calaba los huesos.
Esa noche huía del ser al que más amaba, pero también al que más temía. No tenía donde ir, ni donde refugiarme; solo un frío banco y una larga noche por delante.

Mis dientes castañeaban a ritmo de lluvia repiqueteando en la desierta carretera. No pasaba ni un alma. Los coches eran ajenos a mis problemas y sentimientos. Mis lágrimas se refugiaban en las gotas que caían por mi pelo enmarañado. No sabía qué hacer, ni qué pensar. Mis recursos estaban anulados por el pánico y congelados por el frio noviembre que pasaba ante mis narices, sin casi verlo.

Me ovillé en el pequeño asiento que poseía la marquesina del transporte público. Solo quería dejar marchar mi alma a un lugar tranquilo donde descansar.

Tranquilidad-descanso-sueño-dormir-morir…

Me di cuenta que era un ser humano y mis necesidades básicas como tal, estaban bajo tierra. Como Maslow decía… Son básicas y son necesidades; no se puede dejar en un segundo plano, pues siempre salen a la luz.
Con el poco dinero que obtenía, decidí irme a una pensión de mala muerte, ya que no me llegaba para mucho más. El lado bueno que veía, era que no correteaban ratas ni cucarachas.

Respirando un aire contaminado y para nada permitido, hice de tripas corazón e intenté hacer vida normal entre esas mugrientas paredes. Unas grandes manchas de humedad por varias partes, eran la decoración del habitáculo.

Comencé a soñar despierta.

… Una mujer ha sido hallada muerta detrás de un contenedor con varias extremidades arrancadas de su cuerpo…
… Chica joven fue encontrada sin vida en una mugrienta pensión céntrica. No se sabe por qué ni en qué manos fue asesinada…
… Mujer de mediana edad ha sido trasladada al hospital con estado crítico. Hematomas y magulladuras por todo el cuerpo y con ataques de ansiedad…


Mi cuerpo empezó a temblar al imaginarse la cabecera de las noticias con cualquiera de esas palabras. No quería que nada de eso ocurriese en mi vida.
Me acurruqué entre las sábanas de la pequeña cama que ocupaba casi toda la habitación. Mi estado de ánimo se relajó, creyéndose que así estaría a salvo de cualquier peligro.

Escuché un gran estruendo que no sabía de dónde provenía. Di un respingo y grité con voz ahogada. Respiraba entrecortadamente; y solo pensaba en que no me encontrase. En morirme y sobrevivir a la vez.
Pasados unos minutos, no volví a escuchar nada y me tranquilicé. Decidí salir de debajo de las amarillentas sábanas y respiré hondo. Sonreí mientras negaba con la cabeza, pensando que era una tremenda tontería comportarme con tanto terror.
Al levantarme del colchón, aporrearon fuertemente a la puerta que se encontraba a mi espalda. Me entró un ataque de pánico y no supe que hacer.

Siguieron golpeando fuertemente en la podrida madera. Chillé con el pánico en mi garganta y dando marcha atrás, atacada. Sin parar de mirar la entrada, respiraba entrecortadamente. Temblaba el pestillo que impedía abrirse de golpe. En unas milésimas de segundo, pensé en que romperían la puerta en mil pedazos y moriría por el estruendo y el sobresalto antes de que pudieran darme alcance.

Pararon de aporrear. Respiré tranquila por unos momentos. Sin enterarme, había llegado a estar apoyada contra la pared, sin darme cuenta. Cuando me sentí segura, me desprendí del blanco muro poco a poco. Seguía pensando que podría ser alucinaciones mías, fallos de mi mente por el terror que aguardaba en mi interior y que luchaba con todas mis fuerzas en que no saliera.

Como si fuese el mismísimo Hulk, golpearon aún más fuerte si cabría. Grité con todas mis ganas, desgañitándome como un gallo a punto de ser sacrificado. Di marcha atrás de un tirón y me caí de culo. El golpe en mi trasero no era tan doloroso a comparación con el miedo que afloraba en mí ser.
Algo parecido a una gran patada en la mugrienta madera de la entrada, rompió el pestillo; haciéndolo volar por los aires y los trozos se quedaron desperdigados por la pequeña y triste habitación de la pensión.

De la impresión, me desperté de la cama, empapada junto a las amarillentas sábanas.
Por un momento, observé la puerta de entrada. Todo seguía en su sitio. Me estaba volviendo loca a pasos agigantados. Me levanté y me dirigí al cuarto de baño para refrescarme un poco. Tenía la sensación de que aquella noche no iba a dormir mucho.

Al volver, cerré la puerta tras de mí. Antes de meterme de nuevo en la cama; salté del susto por el ruido de la puerta. Estaban llamando con frenesí y de mala gana. Fui a ver quién era, más que nada porque no quería que pasara lo mismo que en mi sueño; que me sería más difícil de olvidar y recuperarme.

- ¿Se puede saber qué narices está haciendo para montar tanto escándalo a estas altas horas de la noche?- preguntó un hombre ya entrado en edad con un cabreo desbordante.

- ¿Perdone?- no entendía nada.

- No se haga usted la tonta, señora.

- Señorita, si no le importa.

- ¡Lo que sea! Como vuelva a gritar sin tapujos y sin tener en cuenta a los que están hospedados aquí, le echo del hotel ¿Me ha entendido?

- ¡Sí, alto y claro! Buenas noches.

Y antes de que pudiese reprimir nada, le cerré la puerta en las narices. Volví a la cama más enfadada que asustada. ¿Quién se ha creído el señor ese para hablarme con esa grosería? No quise darle más vueltas y me giré, mirando hacia la puerta del baño. Cerré los ojos y quise que llegara un nuevo día.

Amanecí con el cantar de los pájaros. Abrí los ojos perezosamente. Me estiré y me quedé observando el horizonte a través de la ventana. El sol estaba enfrente, radiante. Salté de la cama y fui a darme una ducha. Sin duda era una de las mejores formas para relajar los músculos del cuerpo después de pasar una mala noche. Y me sentía extraña. Cerré los ojos para evadirme y disfrutar por completo de aquella maravillosa sensación. Cuando los volví abrir, me percaté que pasó rápidamente una sombra detrás de la cortina de ducha. Solté un grito ahogado. Intenté aclarar mis pensamientos con el agua tibia, pero fue en vano. Observando más detenidamente, intentando que me salieran rayos X que pudiera atravesar objetos y textiles, regresó aquella sombra que conseguía paralizarme todo menos el bombeo de mi corazón, que aceleraba por momentos.
Se me pasó por la cabeza preguntar si había alguien ahí, pero como en las películas de miedo; no soporto que la gente hable cuándo cree que hay una extraña presencia en su piso… no iba a ser más idiota. Consideré que debía tener la mente fría. Más incluso que mi cuerpo que tiritaba de estar tanto tiempo debajo de la ducha. Estiré el brazo para coger una toalla y secarme bien. No cerré el grifo para intentar despistar.
¡Nos leemos!
¡Gracias por venir!

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