Desnuda ante ti...

Mírame. Aunque sea la definitiva.
Escúchame. Puede que sea la última vez que te diga estas palabras...
No. Esto va a ser lo último que te diga.

Hoy me apetece desnudarme delante de tus ojos. Aquellos que me arrastran como una tonta a necesitarte al menos una noche más.

Recuerdo la manera que tenías de sonreírme. Conseguías que mis días giraran sobre las nubes y que tú dieses vueltas en mi mente. La sensación que me daba tu mirada, logrando que me inquietara por dentro. Me gustaba hacerte cosquillas, mientras tú fingías que las tenías.
Me acuerdo de las cenas en tu casa, el olor a lavanda como ambientador de hogar, tus caricias en mi cara, la forma en que me tapabas con una manta cuando tenía frío, los abrazos de madrugada, tus buenas noches y tus despedidas.

Cada gesto hacia mí era especial, lo cual me sentía única al estar cerca de ti. No sé cuándo cambió todo, ni por qué se terminó lo vivido.

Desde el día en que te conocí, supe que me salvarías. Siempre me refugiaba en ti cuando me sentía mal y estabas a mi lado para consolarme. Tenía claro que teníamos los días contados, y aun así, quise alargar lo que sería una vida más perfecta.

No sé si me dejo algo más que decirte. Y aunque sea importante no creo que te busque para decírtelo. Tampoco te pido que estemos juntos, aunque no te negaré que lo haya deseado innumerables veces. Eres como la persona prohibida que te brinda el existir, aquella persona que te marca un antes y un después, alguien especial y del cual te cuesta vivir; respirar. No pretendo hacerte cambiar de opinión respecto a mí, ni remodelar tu vida. Solo quiero que al menos me recuerdes como lo que fui y aun soy, y me dejes un hueco en tu aparatosa vida. Te quiero.

¡Nos leemos!

¡Gracias por venir!