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lunes, 23 de enero de 2012

El Rey Dominium...

Todo lo que una mesa puede contener, se fue al suelo con un arrastre de aquel caballero con ojos lujuriosos. Aunque más que un caballero, tendría que decir mi amo, mi jefe, mi Rey. El Rey de todos los ciudadanos de este país.

Yo era una mísera plebeya y criada de aquel reino. Y el Rey, que Asier se llamaba, no debería de mezclarse con gente tan indigna en su vida.

Me agarró por la cintura, y con fuerza, me arrastró hasta aquella mesa de madera donde los únicos indicios de nuestro deseo y pecado eran los platos rotos.
Desde que entré a formar parte de la realeza, me sentí atraída por este hombre que ahora devoraba mi parte derecha del cuello. Pues era, por aquel entonces, el único heredero y sustituto al trono cuando su padre muriera. Le habían detectado una grave enfermedad y le habían dado meses de vida. En aquel momento, no tenía ningún tipo de relación con aquel chico de mirada asustada. Con el tiempo, crecía en madurez gracias a las sabias palabras de su padre y los siervos.
Todos los días, cada noche, soñaba mil y una formas de estar en sus brazos. Y ahora, desde hace dos meses, mis sueños calientes se hacían realidad. Todos eran del mismo tipo, y es que por el cargo que él tenía; solo deseaba ser dominada en cuerpo y alma.

En el momento que mi trasero tocó la madera, pude notar en mi estómago un cosquilleo de felicidad. Por su parte, me desabotonó con frenesí y brutalidad el corpiño del vestido. Mis pechos quedaron al descubierto y su semblante era como la de un niño que encuentra unas piruletas en el altillo de la cocina. Deleitándose en ambas a su debido tiempo, se apresuró a devorarlas con prisas. Degustándolas del mismo modo que si fuese un manjar. Mi cabeza quedó suspendida en el aire, mirando al techo con los ojos cerrados. La única sujeción eran mis brazos, que no tardarían mucho en flojear por el placer que él me otorgaba.

Desnuda en parte, me despojó de la falda de un tirón; cayéndose al suelo. Acariciándome desde la cadera hasta el muslo, pasando por la rodilla y subiendo hasta la pelvis, no dejaba de mirarme con aquellos ojos azules. Notaba una llama de fuego entre ellos, los cuales, me dieron una descarga eléctrica por todo el cuerpo. Me arrancó el único ropaje interior que poseía en ese momento y quedé desnuda ante sus ojos. Otra descarga me invadió. Me hizo tumbar en aquella mesa de una sala que nadie pisaba. Solo se usaba para reuniones, pero desde que Asier estaba al mando, todo lo hacía por correspondencia; así que es como si estuviese abandonado.

Noté la diferente temperatura de mi cuerpo al objeto que usábamos como soporte. Se puso encima de mí, casi cortándome la respiración; pues podría decir que era un peso muerto, e inhaló profundamente en mi oreja. Y sin avisar, se adentró en mí de un movimiento. Su cuerpo se tensó y se movió a un ritmo normal. Solo se escuchaba nuestros gemidos. Mientras yo intensificaba la respiración, él aceleraba el movimiento.

- ¡Quiero que sientas lo que te hago!- pronunció con una voz sombría- ¡Que solo sepas que puedo hacer contigo lo que me de la gana sin tú rechistar!

Mi respuesta solo fue un gemido detrás de otro. Su dominante personalidad, era la causante de mis sueños. Deseaba que hiciera conmigo lo que quisiese y yo me dejaría hacer. Me encantaba ser dominada por él.

- ¡Nadie te hará sentir lo que yo te haré sentir hoy!- susurró-. ¡Nadie! ¡Serás mi puta hasta que yo lo considere necesario! ¡Ahora, quiero follarte hasta que pierdas el sentido y no te acuerdes de tu nombre!

Al terminar, se quitó de encima; pudiendo respirar mejor y me dio la vuelta bruscamente. Me extendió los brazos hasta el final de la mesa y me amarró con una mano. La otra me obligó a abrir más las piernas.

- ¡Quédate así hasta que yo te lo ordene! – con esa voz firme y decidida, solo pude quedarme quieta y que mis pezones se endurecieran. A los pocos segundos volvió y me ató con una cuerda las muñecas, se quitó el cinturón y me lo restregó por mi intimidad.

Solté un grito ahogado por el cambio de temperatura. El frescor me fue placentero y yo solo quería que no parara. Me puso aquella corea alrededor de mis pechos y lo ajustó a la medida que él creyese conveniente. Se agarró con fuerza de la hebilla y me penetró con dureza. Chillé entre el dolor y el placer que sentía. Nunca me había hecho algo así por atrás. Era una experiencia y sensación nueva.

Aun con la correa y las muñecas atadas, me llevo hasta la pata de la mesa y me ató con aquella extremidad del objeto con el cinturón.

Se dio impulso agarrando donde estaba atada y se adentró en mi como alguien fuera de si. Me apretó los pezones y no paraba de apretar más el cinturón. Casi no sentía las manos, pero el placer era más inmenso que todo el dolor. Me sentía algo humillada y dominada, justo lo que yo quería y había ansiado desde hace mucho tiempo.

Con su mandíbula tensa, me percaté que estaba apunto de llegar al clímax, y en esos momentos, a mí me tenía sin cuidado que me escucharan en la corte o donde fuese. Chillé de una manera descomunal.

Y era cierto, que esa vez fui follada de una manera totalmente diferente a lo que me habían hecho. No sé si fue porque era él, la forma, las maneras, el lugar… pero por un momento me olvidé de mi nombre, de los hombres con los que habían estado conmigo y de todo… menos de sus ojos lujuriosos muriéndose de placer.

¡Nos leemos!
¡Gracias por venir!

1 comentario:

  1. Jo como ha molado este Bea no me esperaba ver un poco de bondage con sus cuerdas y esas prácticas tan y tan duras para unos y placenteras para otros. Vamos con el rey jjejeje.

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