La Despedida
Aún mis lágrimas aterrizaban sobre el papel arrugado. La tinta estaba por correrse. Aguantaba como si esperase a que cayeran un número de gotas específicas más para dar el paso.
No podía creer que esto me sucediese a mí. No quería ni podía pasar en mi vida. Releí la nota con mis ojos empañados y absorbiendo por la nariz.
Querida Ruth,
Me hubiese gustado haberte dicho todo lo que sentía con tus ojos clavados en los míos, pero sabes que no soy tan valiente para demostrarlo. Eres maravillosa y eso nunca deberías dudarlo. Has sido y serás la única persona que me ha marcado el pecho con profundidad hasta tal punto de querer arrancarme la vida a corazón abierto con mis propias manos. Tú más que nadie sabe lo que me ha dolido tener que soportar el no tenerte cuando te deseaba, el no hacerte mía cuando mi cuerpo me gritaba que lo hiciera, y tú más que nadie ha sentido el ardor de no poder hacer lo que más querías en cada momento. Por eso me marcho a otro lugar donde nadie sepa mi paradero. Quiero que sepas que siempre tendrás mi corazón, recuerda que te lo regalé en cuanto me despertó tus ojos en medio de la oscuridad.
Te ama, Charlie.
Estrujé el papel con mi mano derecha en señal de rabia. Apreté los dientes con todas mis fuerzas y entre la ira y la tristeza, se acumuló en cada lágrima que salía escopetada de mis ojos. Un dolor descomunal en mi pecho comenzaba y una apertura larga y profunda empezaba dentro de mi pecho, en medio del corazón.
No sabía qué iba a hacer sin Charlie, pero tampoco tenía ni idea de cómo debía actuar con Luca. Él vivía ajeno a lo que sentíamos el uno por el otro, y por nuestro bien, sería mejor que siguiese siendo así.
La carta estaba echa un ovillo en la palma de mi mano. La encontré hace una hora encima de mi cama. Mi madre me dijo que un chico muy amable, moreno, alto y de ojos azules trajo la carta personalmente y sin ningún sobre. No preguntó por mí. Ni siquiera pronunció palabra. Solo una mirada triste y cabizbaja era suficiente para que mi madre se enterase de que algo grave ocurría. No quiso cuestionar nada del tema, solo lo dejó pasar. Se lo agradecí.
Cuando la leí por primera vez, creí que era una broma. Al llamarle por teléfono y encontrándomelo apagado… me extrañó. A la vigésima llamada ya estaba con el corazón en un puño y no quería creerlo.
Empecé a sollozar como nunca lo había hecho. Y pensé que ahora era él quien me estaba arrancando la vida a corazón abierto con sus manos.
Al poco rato me llamó Luca. Yo creía que era Charlie, así que sin mirar la pantalla, lo cogí al vuelo sin dejarlo casi sonar.
- ¿Sí?
- ¿Ruth? ¿Estás bien, te ocurre algo?- preguntó preocupado. Luca era español, pero su madre era de nacionalidad Italiana.
- Sí, estoy bien- contesté ahogando las lágrimas para que no lo notara, pero un gemido se me escapó.
- ¡No, no lo estás! Voy para allá. Espérame.
Después colgó. Yo me quedé un rato más con el móvil pegado a la oreja. Cuando me di cuenta, lo desprendí con la pantalla empapada en sudor. Lo limpié y lo dejé encima de mi cama.
Yo me encontraba sentada en el suelo, apoyada a un lado de la cama y con las rodillas pegadas a mi barbilla. Guardé mi rostro entre ellas durante unos minutos y sentí el vacío.
“Porqué. ¿Por qué te marchaste y me dejaste sola?” susurré.
*****
Escuché el timbre proveniente del piso de abajo. Un pequeño murmullo se extendió por mis oídos. No entendía nada, solo un <<está arriba>> pronunció la voz de mi madre. Al poco rato, tocaron a la puerta suavemente.
- Ruth, ¿puedo pasar?- pidió permiso con miedo. Sin recibir respuesta por mi parte, avisó de nuevo-. Voy a entrar.
Dicho esto, abrió la puerta de madera despacito. Me vio ovillada en la parte trasera de la cama, de espaldas y mirando hacia la pared. Corrió hacia mí como pude escuchar en sus pasos y se acercó a mi cuerpo inerte. Me rodeó con sus brazos y me susurró.
- Cielo, ¿qué te pasa? ¡Reacciona!- sonó demasiado preocupado, demasiado desesperado.
Giré mi cabeza con mueca de sorpresa, como si no me esperase su visita y estuviese a mi lado. Después de unos minutos, me derrumbé en sus brazos y no paraba de llorar.
¿Es esta la historia que me pasaste para mi proyecto?
ResponderEliminarmmmm... Bueno a ver qué opina la gente, te confieso que he leído el principio, pero te comento porque tu blog se alimenta de esto jajajaja...
Tienes que leer mucho más y describir el entorno la escena para situar al lector.
¡Ala! después de estas dos lecciones, me despido ;)
Hola Beatriz.
ResponderEliminarTe comento porque creo que escribes muy bien. Esta entrada me ha emocionado mucho, me recuerda a un amor de instituto que tuve. Espero que llegue pronto el libro que mi hija te ha pedido. Me recuerdas mucho a mi autor favorito, David Nicholls, aunque por ahora solo ha publicado un libro, es muy natural y te puedes identificar con sus personajes. Esperaré a la segunda parte. :)
Me recuerda a historias como las que escribía para mis amigas en el instituto, en el sentido de que siempre estaban entre dos chicos y esas cosas ^^
ResponderEliminarSabemos ya el precio del libro nuevo de Moccia?
Muaaaaaak Beita-Makinón (:
al leer que era un cuento sin hadas ya pensaba en que le dabas la vuelta a los cuentos como en erase una vez y me encuentro esto. ¿habrá beso prohibido? lo descubriré en el siguiente espisodio jjeejje
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