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sábado, 14 de enero de 2012

Un Cuento sin Hadas (3ª Parte)

¿La Verdad?


- Sé que estas esperando un motivo por el cual estoy así.

- ¡Calla, no digas nada!

- Pero…- posó su mano en mi boca, acallándome.

- Nada de peros. Sé que estas así por lo que estoy pasando. De verdad, gracias por apoyarme sentimentalmente en este duro trago, pero no quiero sentirme culpable de lo mal que lo estás pasando.

- ¿De qué hablas?- no sabía a qué se estaba refiriendo.

- De Charlie. Estoy desesperado por encontrarlo y con tu apoyo tengo esperanzas.

El mundo se derrumbó a mí alrededor, tapándome hasta el punto de asfixiarme. Su nombre, de nuevo, se quedó dentro de mí; martilleándome las sienes. No quería ni imaginar cuando Luca se enterase de que yo podría averiguar dónde podría encontrarse Charlie.

“Quiero estar a tu lado. No puedes privarme de ser feliz, contigo” pensé.

- Ruth, ¿me estás oyendo?- me hizo volver a la realidad.

- Eh… perdón. ¿Decías?

- Bueno, no pasa nada. Debes de estar cansada. Ya hablaremos más detenidamente de este tema. Ahora descansa-me dio un beso en la frente y se levantó para vestirse. Me sonrió y salió por la misma puerta por donde había entrado hace una hora.

Desnuda, me levanté y me tumbé encima de la cama en posición fetal. Me tapé con las sábanas y cerré fuertemente los ojos. Quería estar en el mismo lugar donde se encontrase Charlie.
Sabía que estaba confusa. Que no podía querer a dos personas a la vez. Ni Luca ni Charlie se lo merecían. Precisamente, él se había marchado porque no podía soportar verme con Luca, aunque desease estar en su lugar y los celos le reconcomiesen las entrañas. A mí no me disgustaba estar con él, pero no me gustaba no estar con Charlie cuando realmente lo necesitaba. En las miradas saltaban chispas cuando queríamos estar a solas y no podíamos. Y ahora que él no está, siento un fuego abrasador en mi pecho y un vacío dentro de mí.

Sin darme apenas cuenta, me quedé dormida en la misma posición con la que me tumbé. Con la boca pastosa, abrí los ojos con desgana. Quería quedarme dormida durante una larga temporada, que regresase Charlie y me pudiese despertar. Pero eso solo ocurre en los cuentos de hadas y no en la vida real. Charlie no es un príncipe azul, ni yo una Bella durmiente. No tengo una herida en la yema del dedo índice provocado por una rueda de tejer. Ni aquella aguja me hizo adormecer.

Suelen decir, que al día siguiente cuando te despiertas, lo ves todo más claro y nítido. Debía de ser la única que no lo viese así, pues sentía lo mismo que hace unas largas horas. No estaba segura de lo que realmente pensaba y me estremecía, pero algo dentro de mí me faltaba al respirar. Tenía que localizar a Charlie como diera lugar.
Él estaba divorciado de una mujer que nunca me ha caído bien. El momento lo requería y el cuerpo me lo exigía. Debía hablar con ella por si sabía algo. La llamé. Tardó en cogérmelo, pero al fin; después de cagarme en toda su familia, me descolgó el teléfono.

- ¿Sí?- respondió extrañada.

- Raquel, soy Ruth.

- Ah. ¿Querías algo?

- Sí. Preguntarte si sabías algún lugar en particular donde pudiese haber ido Charlie en algún momento.

- No, que yo sepa. ¿Por qué?- sonó más a cotilleo que a preocupación. No tenía pensado decirle nada. No le importaba. Hizo sufrir a Charlie, no se merecía contarle nada.

- No, por nada. Quería comentarle algo y no sé dónde buscarlo porque tiene el móvil apagado- le solté la primera excusa que se me ocurrió-. Bueno, te dejo. Un saludo.

Colgué sin ni siquiera dejarla despedirse. No me interesaba que no lo hiciese. Había otras cosas más importantes. Lo único que ha podido tener algo que ver en el cambio del día, era en buscarlo. Deseaba verlo, abrazarlo y besarlo sin cesar.

Pensé en ir a casa de su tía. Casi siempre estuvo ahí metido cuando se separó. Me quedaba una larga caminata hasta el edificio viejo y, podría decirse que, a punto de derrumbarse.

Al cabo de veinte minutos, llegué exhausta. Toqué a la puerta de madera, que con los años, se veía astillada. No recibía respuesta. Chisté con la lengua, molesta. Volví a golpear. Esta vez con más fuerza. Nada. Cuando me giré para marcharme, escuché unos pasos agigantados desde el otro lado de la estancia y abrió deprisa.

- ¡RUTH!- gritó de sorpresa y sin esperar que apareciese por allí-. ¿Qué haces aquí?- me giré a medida que no daba crédito a la voz tan familiar que escuchaba.

- ¿Qué hago aquí? Debería decirte, qué haces tú aquí. Me tenías preocupada. Todos lo estamos…- no pude continuar. Las lágrimas salieron a borbotones de mis ojos sin poder contenerlas. La presión, los sentimientos confusos y la preocupación habían podido conmigo.

- Lo siento mucho, cielo.- Se acercó y yo aspiré su olor como salvación. Lo abracé fuerte aunque estuviese cabreada con él. Me acarició y me besó la cabeza. Me agarró de las mejillas y me besó delicadamente en los labios-. Te he echado tanto de menos…

- Y yo, Charlie. Y yo. No sabes cuánto. Tu carta me destrozó- le fulminé con la mirada, reprochándole el haberse marchado sin decirme a dónde y sin mí.

- No sabes lo que me costó escribirla y que no se me saltasen las lágrimas.

- Pues yo no pude reprimirlas. Me hiciste daño.

- De verdad que lo siento. Tuve que hacerlo. No podía soportar más veros juntos. La rabia me hacía explotar.

- Vale. No te preocupes- Me incliné hacia él, subiéndome de puntillas para besarle con más ganas. Él me siguió el beso.

Me arrastró despacio hacia dentro de la pequeña casa sin separar nuestros labios. Me dejé llevar hasta la primera habitación. Con los ojos cerrados, me sentía como si flotase. Me sentía de una manera inexistente para mí. Nunca había experimentado esta sensación de volar al besar a alguien. Me tumbó con cuidado y desprendió sus labios de los míos por un instante.

- Te deseo, aquí y ahora- susurró.

- Deséame las veces que desees.

- Te amo.

- Y yo- hice una pausa-. Hazme únicamente tuya.

Sin decir ni una palabra más, se despojó de mis ropas sin que me enterase. Un movimiento seco, rompió los botones de la camisa de cuadros que ese día llevaba. El pantalón me lo bajó con cuidado. Salvajemente me desechó el sujetador, sintiendo una gran liberación en mi pecho. Siguió besándome con ansias, dando a entender que estaba desesperado por mi ausencia. Perdido sin mí. Al igual que yo me encontraba perdida sin él. Ahora me venía la culpabilidad de haberme acostado con Luca. Intenté no pensarlo y disfrutar de este momento tan íntimo y clandestino.
Sus besos y sus caricias me transportaban a un mundo nuevo y feliz. Deseaba más de su boca, de él en mí. Le besé fieramente y captó el mensaje. Me tocó más, más adentro si cabe. Lo sentí dentro, explotando millones de sensaciones en mi ser. Quería estar con Charlie, y él conmigo. Y sabíamos que eso sería imposible.

Con muchos besos, lengüetazos y sabores mezclados, terminamos agotados. Abrazados y tumbados en la cama, intentábamos recuperar nuestras respiraciones. Nos miramos un instante a los ojos y sonreímos, pues nos sentíamos dichosos por estar uno junto al otro.

¡Nos leemos!
¡Gracias por venir!

1 comentario:

  1. ¿porqué acaba así? demasiado fácil ¿no te parece? llega y besa el santo como dicen por ahí. Me gusta que tenga remordimientos porque no ha tardado nada en irse con el otro y al Charlie que le dieran por culo. Vamos a ver qué pasa luego.

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