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martes, 17 de enero de 2012

Un Cuento sin Hadas (5ª Parte)

El Dolor



Luca no paraba de llamarme ansiosamente. Pensaba que estaba siendo un poco pesado, pero no podía evitar el no sentirse cerca de mí y ponerse nervioso cuando no lo conseguía.
Volvió a intentarlo una vez más, sino, podría proponerse venir a buscarme.

Transcurriendo veinte minutos de rigor para que le devolviese la llamada, no obtuvo contestación.

Aunque me pesase, tendría que quitarme a Charlie de mi cuello. Al menos si queríamos seguir vivos. Él siguió besándome y yo tenía menos fuerza de voluntad.
Habíamos ido a mi casa para hablar tranquilamente, pues mis padres no se encontraban en ese momento. De hablar, pasamos a los besos. De los besos a los lametones. Y de los lametones a las caricias profundas y rebuscadas. Un suspiro salió de mi boca mientras miraba de reojo a la pantalla del móvil, que se encendía y apagaba constantemente.

Charlie, en un momento de debilidad y desasosiego, me metió mano sin miramientos. Con ganas y con cierto poder autoritario sobre mí. Aquello lo noté y me excitó de manera descomunal.

Más suspiros.
Toqueteos.
Suspiros.
Gritos.
Mordeduras.
Risas.

Éramos como una pelota de lana perseguida por un gato negro. Del cuál, no existía en estos instantes, pero nos sentíamos tan compenetrados y unidos que solo pasábamos el rato.

Nos callamos a los pocos segundos, cuando escuché grandes golpes provenientes del piso inferior. Unos gritos que sonaban ahogados por la inmensa estructura de la casa.

- Ruth, ¿estás ahí?- seguía golpeando la madera rectangular.

Seguíamos callados, intentando que creyese que no estaba en casa.
Sería la mala suerte o un mal de ojo, pero escuché que la puerta se abría, girando la llave.

- Hijo, ¿qué haces ahí parado? ¡Entra!- sonó feliz la voz de mi madre. Maldije para mis adentros.

- Estaba llamando a ver si se encontraba Ruth en casa, pero parece ser que no- Incorporé a Charlie y lo hice meterse en el armario mientras renegaba y protestaba por lo bajo.

- Puede que ya haya vuelto. Me dijo que vendría antes de que yo regresase de hacer unas compras. Pasa, pasa. No te quedes ahí parado- Esta sería la única vez que incumpliera un mandamiento del señor. No respeté verbalmente a mi madre en ese momento- ¿Ruth? ¿Cariño, estás arriba?- No quise responder. Al menos que no subiesen a buscarme, estaría a salvo.

Escuché el crujir de la madera al contacto con la pisada de alguien. Volví a maldecir en voz baja. Me tumbé en la cama y lo primero que se me ocurrió, fue ponerme unos cascos de música; sin música.

- Hija, ¿por qué no contestas? ¿No oyes que te estaba llaman…?

- No, mamá. Como ves, tengo el IPod puesto y leyendo. ¿Qué quieres?- respondí lo más natural que pude.

- Pues Luca te está esperando abajo. Le voy a decir que suba.

- No. Ya bajo yo- salté de repente.

- No hija. Aquí podréis hablar tranquilamente sin interrupciones. Yo voy a preparar un puré y con la batidora no os escuchareis. Ahora digo que suba.

- Está bien mamá- contesté con desgana.

Cerró la puerta tras de sí y respiré, por un momento, con tranquilidad. Aunque ahora venía lo peor.

- ¿Estás loca?- susurró Charlie asomándose por la puerta del armario.

- ¿Qué quieres que haga? ¡Métete dentro antes de que nos pille!

- Échale rápido.

- ¡Que sí!

Justo al cerrarse la puerta del armario, se abrió la de la habitación.

- ¿Puedo pasar?- asomó el hocico por la pequeña rendija que separaba la puerta del marco.

- Sí, claro. Pasa- sonreí falsamente como pude.

- Perdona que me presente sin avisar, pero estaba preocupado.

- ¿De qué?

- Pues verás, yo…- Se escuchó un gran estornudo proveniente de dentro del armario.

- Achís- Disimulé todo lo posible, para que fuese creíble.

- ¿Qué ha sido eso?- preguntó Luca extrañado.

- Yo, que he estornudado- sonreí.

- Me había parecido el estornudo de mi hermano Charlie.

- ¡Son imaginaciones tuyas! Estás obsesionado con el tema.

- Será. Bueno, quería decirte que…

- ¡Dime!- exigí nerviosa.

- Sigo queriéndote. Me gustaría que volviésemos a intentarlo. Por favor- me miró con ojos suplicantes y no supe qué hacer.

- Eh…

- ¡Te lo pido de rodillas si hace falta!- se ancló al suelo con la rodilla derecha y juntó sus manos a modo de rezo.

- No, por favor Luca. Levántate.

- Pues contéstame- exigió desesperado.

- No te va a contestar nada- saltó una voz masculina antes de que la mía saliera a flote. Cerré los ojos esperando lo que me viniera encima.

- ¿Qué?- se quedó atónito. Pensaría que le daría ilusión volver a ver a su hermano, pero creo que el encontrárselo en mi casa, en mi dormitorio y dentro del armario, ganó por goleada otro sentimiento que no lograba descifrar- ¿Qué cojones haces aquí y quién te crees que eres con el derecho de contestar nada?- empezó a hablar furioso.

- Soy tu hermano mayor y la persona que ama a esta mujer- contestó igual de soberbio y apuntándome. Me temí lo peor.

- No me vengas ahora de responsabilidades. Y no digas sandeces. Yo también la amo y ella me corresponde. ¿Verdad?- me miró a los ojos con una pizca de miedo y duda.

- Eh… ¡Venga chicos, no os peleéis! Sois familia.

- ¡Contesta!- exigió Charlie, esta vez.

- No le hables así. No se atreve a hacerte daño.

- Tú no eres nadie para decidir por ella- contestó el hermano mayor. Cada vez alzaban más la voz y se acercaban más con ojos inyectados en sangre. Con tanta ira acumulada pareciese que fueran a explotar. Me metí en medio para separarlos, pero no tenía tanta fuerza.

- ¡Eh, parad! ¡Estaos quietos!- grité sin resultado alguno.

Se escuchaba mucho barullo y alboroto. Vi que mi madre se asomó, pero le hice un gesto de que se marchara, que ya lo solucionaba yo. Ella cerró la puerta y se fue. Seguro que ahora estaría escuchando.

- ¡Joder, quiero a los dos!- chillé.

- ¿QUÉ?- dijeron al unísono.

- Me dijiste que me amabas, ¿cómo que quieres a los dos?

- Sí. Cada uno me da lo que necesito.

- Lo siento muchísimo, pero yo paso de competir con mi propio hermano por ti- habló Luca con desdén. De una manera que me daba hasta miedo y demasiado cerca de mi cara- ¿Vienes Charlie?

- Espera un momento.

- ¿Qué vas a hacer?

Charlie se acercó poco a poco a mí y me agarró por la cintura. Pegó su frente con la mía y me miró a los ojos.

- Ahora es el momento de elegir. Ya todo está perdido. Escucha a tu corazón y decide- susurró mientras me apoyaba su mano derecha en mi pecho izquierdo.

- Sabes que tú eres mi razón de vivir, pero… creo que no funcionaría mucho tiempo- hable en voz tan baja que no me escuché ni yo.

- Está bien. Quédate con mi hermano. Yo aunque me muera de celos, te estaré siempre esperando. Recuerda que te regalé mi corazón en cuanto me despertó tus ojos en medio de la oscuridad.

Y besándome en los labios, sintiéndolos tan fríos y cálidos a la vez, estuve segura de lo que sentía.

¡Nos leemos!
¡Gracias por venir!

2 comentarios:

  1. oh, my God!
    ¿Por qué me haces esto? No me lo dejes cuando mejor está. T___T
    Date prisa en subir, que me muero de curiosidad de qué responde.

    Un beso.

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  2. No se tendría que quedar con ninguno de los dos me parece muy mal que se peleen por ella cuando es ella la que lo ha liado todo. No me gusta para nada el relato.

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¡Todo el mundo tiene derecho a dar su opinión sin ser juzgado! ¡Devuelvo comentarios y de paso me alegráis el día! =)