Noto tus ojos en mi espalda. Suspiras. Sonríes. Ladeas tu
cabeza a un lado. Vuelves a sonreír. Ladeas la cabeza hacia el otro lado… y
noto tu lucha interior en el ambiente. Mi boca se tuerce hacia arriba un
milímetro aun con los ojos cerrados. Por fin terminas la batalla y decides
acercar la yema de tus dedos sobre mi espalda. Deslizas muy despacio la mano
sobre aquella textura tan suave, y cierras los ojos, deleitándote con el placer
que eso te llena. Y sabes que será el único contacto que tendrás durante mucho
tiempo. Los dos lo sabemos. Y aunque duela, todo terminará cuando cruce la
puerta.
Sigo haciéndome la dormida, dejándote ese momento de
felicidad solo para tu soledad y tu recuerdo. Ambos estamos enterados que no
puede ser por mucho que queramos. ¿El por qué? Tampoco lo sabemos, pero no
hacemos nada para averiguarlo… Y notamos como el tiempo se escapa entre
nuestros dedos, dejando correr una gran oportunidad: La felicidad.
¡Nos leemos!
¡Gracias por venir!
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