¡Increíble!

¡Es increíble!

Te has hecho especial para mi. Tanto, que no hago otra cosa que observarte cuando estás distraído, cuando miras para otro lado o, incluso, cuando me miras a los ojos (y nuestras miradas se han encontrado por sorpresa). Esos ojos que dicen todo con la boca cerrada. Solo con aparecer provocas sonrisas en mi estómago.

Te pienso, te veo… ¡Eres increíble! ¿Te lo he dicho? (Increíble, increíble, increíble) Es increíble con la facilidad que me haces olvidar los problemas, la manera en cómo mi sonrisa se ensancha. Nadie ha conseguido eso. Nadie. (Ni siquiera yo)

¿Qué hacer cuando empiezas a sentir algo y, no lo dices por temor; aun sabiendo que puede ser correspondido?

Sinceramente no sé qué hacer. Muchos días me dan ganas de abrazarte y mi interior me lo impide, otras veces me apetece agarrarte y gritarte: ¡Vámonos lejos, donde solo nos encuentren los besos!

Quiero volver a sentir ese roce de tu mano con la mía sin querer, ese cálido gesto.

Y solo con tu presencia, sé que eres increíble hasta para mi. 

¡Nos leemos!

¡Gracias por venir!